La historia de Lesly Resiliencia, valentia y generosidad
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La historia de Lesly: Resiliencia, valentía y generosidad.

El primero de mayo Hernando Murcia, Herman Mendoza, Magdalena Mucutuy y sus cuatro hijos, salieron en búsqueda de la seguridad, de la vida. En una vetusta avioneta Cessna 206, tres adultos y cuatro niños emprenden el vuelo que desde Araracuara los llevaría hasta San José de Guaviare. Ya en el aire, el piloto reporta desperfectos en la nave e intenta amerizar en el río Apaporis pero, en la maniobra, ya sin capacidad de vuelo, choca contra los árboles y allí termina la itinerario aéreo… Esos árboles serán el recordatorio del viaje al ignoto de Hernando, Herman y Magdalena.


Entre amasijos la vida despierta. Lesly, de trece años; Soleiny, de 9 y Tien, de 4; surgen de entre los escombros; a escasa distancia la hermana mayor ve un piececito que se mueve y, rápida, corre a rescatar a su hermanita menor, Cristin de 11 meses, y quien en plena travesía arribaría a su primer año … E inicia la historia de los cuarenta días de un deambular entre brumas y árboles…


Lesly, tal como la Wendy, del cuento, a su temprana edad, asume el liderazgo del pueril grupo. En sus manos reposa la responsabilidad de que esta historia tenga un final de cuentos de hadas. Ella ha vivido en una cultura indígena, en contacto con la selva. Las culturas ancestrales enseñan a sus niños todos sus conocimientos desde muy temprana edad. Ellos crecen en vínculo estrecho con la naturaleza y en armonía con ella. Los llevan a la selva, por los ríos, por los montes; y los ponen en contacto con la naturaleza: Lesly y Soleiny, ya sabían de qué plantas no comer y de cuáles sí, también conocían el peligro que entrañan los animales, las serpientes, el tigrillo, los osos.


El lugar en el que se encuentran desorientados los cuatro hermanos es parte de la selva amazónica de Colombia, en Guaviare. Es una selva de constante lluvia, con grandes territorios vírgenes, algunos no poblados y otros de los cuales se dice, tienen presencia de grupos humanos que aún no han entrado en contacto con el exterior, eso que conocemos como civilización.

Es una vasta zona poblada de frondosos árboles, de múltiples especies, y muy tupida, tanto que se dificulta la visibilidad aun a pocos metros. Y, en este contexto, más la tragedia vivida, Lesly asume su rol de mujer indígena, luchadora. En un principio mantuvo al grupo en la zona donde se encontraba los restos de la nave siniestrada. Su sabiduría, heredada de su etnia, le decía que irían en su rescate, por ello los mantuvo juntos y en la zona señalada. Un buen líder inspira, crea confianza, se hace seguir.

Se necesita ser una gran líder para mantener unidos a un grupo de infantes, sobre todo si se es una de ellos.

Lesly, luego de unos pocos días de espera, y cuando ya los alimentos que habían logrado rescatar se terminaban, decidió que ya ese no era un lugar seguro para ella y sus hermanos, tenían que buscar agua y alimentos, posiblemente también su corazón había perdido la esperanza del rescate. Ella no podía saber que ya, en alguna parte de la geografía colombiana, su familia, grupos indígenas, exploradores y la fuerza armada colombiana, se organizaban para dar con los niños perdidos. Ya todo un país clamaba por ellos, ya el mundo se hacía eco de este clamor y, cada uno, desde su entorno, esperaba, anhelaban, encontrarlos con vida.


Incertidumbre, pesimismo y esperanzas se entrelazaban en un tejido humano que seguía los hechos.
Como el flautista de Hamelin, Lesly, va dirigiendo el camino, buscando salir de la selva, encontrar a otras personas, retornar con los suyos.
Debieron buscar comida, aplicando sus saberes de familia; también hubo horas para descansar de las largas caminatas y, seguramente, Lesly recordó lo aprendido de sus abuelos y así, como hacían en el patio o solar de su casa, tendía un rancho, con palmas, y una cama de hojas, y allí pernoctaban mientras sus adoloridos pies se reponían, para, luego, proseguir el viaje. A su paso, tal como Hanzel y Gretel, iban sembrando evidencias, huellas de vida.


En situaciones difíciles lo seres humanos optamos por rendirnos o por luchar con todo lo que tenemos. Lesly, sacó a flote su entereza, y se enfrentó con todo lo que tenía, con todo lo que sabía, con todo lo que sentía, con todas sus fuerzas, a la situación adversa, por ella y por su familia. ¡La selva no podía ser más fuerte que ella! Ella, Soleiny, Tien y Cristin volverían a casa.


La capacidad de resiliencia de Lesly no tiene dudas y tampoco límites; con certeza, llevó a que este capítulo de la historia de sus vidas tuviera un final feliz. Pero este cuento aún no ha terminado, son muchas las páginas que llegarán a escribir y todas darán cuenta de la gran sabiduría, valentía, generosidad y resiliencia de una niña que, con solo trece años, y con tres hermanitos menores que ella a su cargo, se creció y doblegó cada una de las adversidades y, sin detenerse… caminó hasta encontrar el regreso a la vida.


Así es y así será, desde el principio de los tiempos. La vida mana en las entrañas de la mujer, esa fuente inagotable de amor, dadora de vida, una fuerza escondida capaz de alcanzar hasta lo imposible.


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