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Conoce a las verdaderas sirenas: Las haenyeo, de Jeju.

En un mundo cada vez más tecnológico y con menos magia y poesía, hay un grupo de mujeres resilientes al tiempo, Guardianas de cultura y de Vida que hacen una actividad extraordinaria, convirtiéndolas en sirenas de la vida real.

Cuando pensamos en sirenas, lo primero que siempre se nos viene a la mente, son esos hermosos seres mitológicos, colas, colores, fantasía. Pero ellas son mujeres reales pero extraordinarias a las que el mar de las costas paradisiacas de la isla coreana Jeju, las llama y las atrae como si de un imán se tratara, mujeres que viven por y para el mar. Ellas son: Las Haenyeo, cuyo nombre significa en coreano literalmente: «mujeres del mar».

Un grupo de mujeres inspiradoras, que no solo son Guardianas de cultura, sino que son Guardianas de la Vida y son el sustento de muchas familias. Un grupo de mujeres que bucean sin oxígeno y sin ningún implemento adicional, para pescar mariscos en las costas de Corea del Sur, y cuyos orígenes datan del 1629, cuando en algún momento y por diversas razones, a ellas les tocó realizar este trabajo sustituyendo a los hombres, resultando que a ellas lo hacen mucho mejor y vaya que sí ha sido así.

Tradicionalmente mujeres, se transmite de generación en generación como una herencia sagrada, y como quien aprende a caminar de pequeño, desde los 8 años aprenden a nadar y a bucear en mar abierto, y a los 15 años como quien celebra ese paso a convertirse en mujeres, es cuando ellas pueden oficialmente considerarse aprendices, ese primer paso a consagrarse como una «sirena». Y según vayan pasando los años y ellas vayan adquiriendo experiencia, donde cada arruga y cada línea de expresión, es el testigo y la prueba de jerarquía, sabiduría y experiencia de quien sabe hacer muy bien su trabajo… así hasta incluso cumplir los 80 años en el mar.

Vestidas con sus trajes de neopreno, se sumergen en el mar sin bombonas de oxígeno. Solo llevando unas pesas de plomo que las ayudan a descender, unas gafas de buceo, unas aletas, unas cestas llamadas ‘mangsari’ donde depositan el marisco y el ‘tewak’, un flotador que sostiene la cesta en la superficie mientras ellas exploran las profundidades. También usan el ‘bitchang’, un pequeño pico de metal con el que desprenden los mariscos de las rocas. Y así, entre el azul y el verde, estas recolectoras se convierten en parte del paisaje marino.

Con sus vestiduras negras que abrazan sus cuerpos, estas mujeres se lanzan al mar en busca de tesoros ocultos. Su arte es la inmersión, su destreza es el hallazgo, no hay tiempo para dudas ni para segundas oportunidades. El oleaje furioso de la costa de Jeju les impone un reto: encontrar y recoger su presa en el primer intento, no hay segundas oportunidades cuando el mar normalmente embravecido de la costa de Jeju-do hace casi imposible volver a encontrar algo una vez que se sube a la superficie.

Fotografía: Yoo Yong-ye 


Para ello, han forjado unos pulmones de acero que les permiten resistir varios minutos bajo el agua, cuando emergen, lanzan un silbido peculiar, el ‘sumbisori’, su propio canto de sirena.

Un canto que es su forma de liberar el aire viciado y llenarse de vida nueva, como los recién nacidos cuando dan su primera bocanada de aire al salir del vientre de su madre. Así, pueden seguir sumergiéndose durante horas con breves pausas, son las haenyeo, las sirenas de Corea, las hijas del mar, las que nacen cada vez que salen a la superficie del mar.

No es solo un oficio, es una batalla contra el océano, una prueba de fuerza y valor que desafía al destino. Pero no son solo guerreras, son también guardianas, que custodian el tesoro que el mar les regala, saben cuándo y cómo cosechar cada fruto del agua, y lo comparten con sus hijas, que siguen su estela y como son agradecidas con el regalo que les da la Vida, ellas buscan también devolver las bondades.

Así cada año, cada 8 marzo, se celebra un ritual simbólico en el que mediante bailes y ofrendas se pide al Rey Dragón prosperidad y abundancia. Lo celebran en el Templo Haesindang, a orillas del mar, y los gastos se reparten entre toda la comunidad Haenyeo. Por último, las recolectoras celebran el ‘Jidream’, un ritual en el que se plantan semillas en el mar para que el mar cultive abulones, conchas y algas en abundancia.

Unas mujeres increíbles que llevan siglos dedicándose a una actividad muy especial las haenyeo son más que unas pescadoras, son unas guardianas de la cultura y las tradiciones de su país.

Fotografía

Ellas también transmiten a las nuevas generaciones de recolectoras su sabiduría sobre el mundo acuático, el cuidado de la biodiversidad y el lazo de solidaridad que las hermana. No son depredadoras del fondo marino, sino guardianas que respetan los ciclos reproductivos de cada especie.

Las Haenyeo a menudo dicen: «Si no hay mar, no podemos vivir. Aunque muramos, debemos morir en el mar». Y aunque sus hijos ya hayan crecido y no dependen del mar para su sustento, igual van a ir regularmente al mar.

Ellas aman profundamente el mar, dicen que, aunque se sientan mal, solo están mejor después de estar bajo el agua, que sienten fuertemente que las Haenyeo y el mar están estrechamente conectados.

Pero ellas no son las únicas, en Japón también hay un grupo de mujeres parecidas, y ellas se llaman «Ama», con una tradición que se remonta a dos mil años, también conocidas como «mujeres del mar» ellas alcanzan cifras de profundidad asombrosas de 10 y hasta 20 metros, sin nada de bombonas de oxígeno, porque ellas al igual que las Haenyeo, también son una sola con el mar.

Ellas también conscientes de su papel como Guardianas de la Vida, participan en la conservación del patrimonio natural de Japón. Al escanear regularmente el fondo marino, estas mujeres tienen la capacidad de predecir los peligros e informar con precisión sobre los diversos trastornos que se producen en los océanos como consecuencia del calentamiento global o la contaminación.

Mujeres inspiradoras y asombrosas, casi sobrehumanas, verdaderas sirenas y verdaderas heroínas que dedican su vida entera en cuidar y proteger, que aman lo que hacen y viven por ello. Mujeres que transmiten cultura y Vida y que son Guardianas de Vida increíbles.

Cuando muere un anciano, muere una biblioteca… ellas son mujeres mayores, cada vez son menos y todas mujeres que llevan quizás 80 años sumergiéndose, y con la creciente crisis demográfica, sobre todo en estos países asiáticos, no podemos evitar preguntarnos si es una hermosa cultura que podría desaparecer.

Cuando una de estas mujeres muere, no solo se convertirá en espuma como la Sirenita, sino que mueren con ellas conocimientos ancestrales, historias de vida, que si no consigue transmitir a otra mujer del mar, las perderemos para siempre.

Por eso, al igual que estas mujeres se toman muy en serio su papel como Guardianas de Cultura y Guardianas de Vida, nosotros nos tomamos muy en serio también nuestro papel como Guardianes de Vida, ayudando a nacer a todos esos niños del futuro, niños que seguirán transmitiendo conocimientos, niños que representan Vida y comienzos.

También plantamos un árbol, plantando semillas de futuro al igual que las Haenyeo, nuestra manera de devolver las bondades que la naturaleza nos ha dado a todos, nuestra manera de cuidar y conservar un mundo más verde para todas esas generaciones futuras.

Porque un mundo sin niños, y un mundo sin cultura y tradiciones… es un mundo sin futuro, condenado a morir.

Yo Soy Flora porque Soy Guardiana de Vida

Yo Soy Flora porque Soy Inspiración

Yo dono óvulos porque Soy Vida

Yo dono óvulos porque Soy legado


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